¡Prohibir el cultivo de maíz transgénico en el territorio nacional y sólo importar grano de maíz libre de grano transgénico o esterilizado! Ésta es la única medida para proteger al maíz nativo y al teocintle de la contaminación transgénica, y también para proteger los derechos humanos inalienables de las futuras generaciones de mexicanos. El maíz transgénico no puede coexistir en México con el maíz nativo o el teocintle, sin contaminarlos.
El teocintle es un zacate silvestre de Mesoamérica (Sinaloa-Veracruz hasta Costa Rica). Es el ancestro inmediato del maíz nativo, con el que puede sostener flujo génico por vía sexual. La evolución confirió al teocintle la diversidad genética para prosperar en la variación extrema de nichos ecológicos de las regiones tropicales y subtropicales de Mesoamérica. Una parte considerable de su reservorio genético fue transferido al domesticando, el maíz, mediante mejoramiento genético autóctono, desarrollado y practicado por 300 generaciones de productores mesoamericanos. Los resultados son hasta ahora, 59 razas nativas en México que comprenden miles de variedades adaptadas a la diversidad agroecológica del campo mexicano. Además de adaptación agronómica, los maíces nativos fueron mejorados como materia prima de la cocina pluricultural mexicana, que incluye más de 600 preparados, con más de 300 tipos de tamales y bebidas. Los maíces mejorados modernos no pueden sustituir a los nativos en términos organolépticos (textura, color, olor, sabor) en la mayoría de esos preparados alimenticios y tampoco en términos nutricionales (contenidos de fibra, proteínas, antioxidantes, etcétera.)
Todos los maíces modernos que se cultivan en el mundo se desarrollaron directa o indirectamente, a partir del reservorio genético del maíz nativo de Mesoamérica. Esta biodiversidad más la del teocintle, son la fuente tangible, para desarrollar las futuras variedades de maíz, capaces de soportar las tensiones bióticas y abióticas que impondrá el cambio climático a lo largo de este siglo. Las tolerancias genéticas al calor, a la sequía, a amenazas de nuevas plagas, enfermedades y a otras tensiones, todas típicamente poligénicas y complejas, están dispersas y con bajas frecuencias, en ese reservorio genético del maíz y el teocintle, y en espera de ser descubiertas por la ciencia, para profundizar el mejoramiento genético del maíz.
La aventura transgénica a la que los consorcios multinacionales y contados científicos mexicanos con conflicto de intereses convocan a México está inflamada con promesas para las que no hay garantías ni fiador, que no han cumplido ni podrán cumplir. La tecnología transgénica a cielo abierto, erra por su parte, por inmadura, obsoleta, imprecisa, riesgosa para la salud humana y la ecología, e incapacidad para incrementar el rendimiento intrínseco del maíz. Esos científicos mexicanos son expertos en la escala molecular, pero no han sido iniciados en el proceso de producción en el campo, lo que los hace incompetentes para dar consejos al gobierno, a los productores de maíz o a los consumidores. Monsanto y sus científicos mexicanos cómplices aconsejan al gobierno mexicano y a los productores de Sinaloa sembrar el maíz transgénico portador del evento NK603 –escalofriantemente célebre por el experimento de Sèralini con ratas susceptibles a tumores de mama ( La Jornada, 1º/8/14)− a escala comercial, que sería consumido principalmente en las áreas urbanas del país. Estos promotores apoyan su consejo en una reciente y polémica publicación en una revista científica ( La Jornada, 1º/8/14 y 10/8/14) y omiten ponderar el riesgo que buscan imponer al consumidor. Éste asumiría el riesgo de su consumo, mientras no se abarataría la tortilla, no se aseguraría su abundancia ni se abonaría a la seguridad alimentaria ante el cambio climático. Los ganadores seguros serían los intereses multinacionales, que darían otro paso hacia el perseguido totalitarismo alimentario.
Hay para los mexicanos actuales y futuros cuatro razones aquí señaladas, por las que nuestro maíz nativo y su ancestro, el teocintle, deben mantenerse libres de contaminación transgénica: 1) proteger la inocuidad, diversidad y alta calidad de nuestro principal alimento; 2) mantener soberanamente la fuente de alimento y empleo de millones de familias que cultivan tierras de baja calidad agrícola; 3) poder seguir consumiendo y disfrutando la dieta pluricultural mexicana a base de maíz nativo, y 4) mantener la fuente tangible de tolerancia genética ante futuros retos, incluidos los derivados del cambio climático.
Si permitimos que se contaminen el maíz nativo y el teocintle, cada una de las miles de millones de células constitutivas de cada planta de maíz contendrían las toxinas transgénicas. Las tortillas, tlacoyos, totopos oaxaqueños, tlayudas, atoles, tamales, pozoles, tejuinos, tejates, pozol, etcétera, las contendrían y todos los consumiríamos: las madres lactantes, los nenes, jóvenes, adultos y personas mayores, durante toda nuestra vida y así, en adelante, porque no habría retorno.
Fuente: La Jornada