No hay tejados para tirar la pelota

En los últimos ocho años Rodríguez Zapatero y sus ministros han sido un blanco (en ocasiones bastante fácil, todo hay que decirlo) para que nuestro gobierno regional se sacudiera de toda responsabilidad cuando venían mal dadas. En cuanto surgía alguna dificultad, siempre tenían una respuesta a mano:”la culpa la tiene Madrid”, y si se hablaba del sector agrícola y ganadero, añadían: “y también tiene es culpa de lo mal que han negociado en Bruselas”.

Pues bien, esta etapa se ha acabado, y no tengo muy claro si para nuestra Junta y para el Partido Popular de Castilla y León eso supone un alivio o una losa. Tras las elecciones del 20-N comparten el mismo color político el gobierno regional, el de la inmensa mayoría de las comunidades autónomas, el nacional, y hasta el de la Unión Europea, donde la mayoría de los europarlamentarios son conservadores. Ya no va a estar claro dónde están los “malos” para derivar problemas, y cada uno va a tener la pelota en su propio tejado.

La crisis es profunda y grave, pero a un político de raza eso no le puede paralizar. Ya no vale, como hiciera estos meses nuestra responsable económica, Pilar del Olmo, escudarse en las imprevisiones del Gobierno nacional para retener los presupuestos regionales, aunque sean aventurados; algo que así lo han comprendido otras autonomías, de su mismo signo político, por cierto. El ganadero también se levanta cada mañana a trabajar sin saber cómo le pagarán la leche que ya le han recogido, y a pesar de ello tiene que seguir trabajando, y no quejándose.

También se ha quedado sin tabla de salvación nuestra consejera de agricultura, a la que las ministras Espinosa y Aguilar le facilitaron tanto el camino de la crítica cuando algo no cuadraba en el sector. Y qué decir del consejero de Presidencia, con los dimes y diretes de la gestión del Duero, o las pautas a seguir en la ordenación del territorio. Ahora nada les impide hacer las cosas a su modo, porque las voces discordantes como mucho llegarán a los medios de comunicación, pero no impedirán las decisiones de los parlamentos.

En esta nueva etapa no va a ser fácil ser político, porque toca decidir, no repartir. Y Castilla y León se juega mucho, quizás más que otras comunidades en las que el Partido Popular no ha tenido siempre tan sencillo salir victorioso. En este panorama monocolor, si no se refuerza nuestro papel como región, si nuestros políticos no hacen valer el peso de nuestra demasiado callada y obediente autonomía, corremos el peligro de ser ninguneados. A veces da la impresión de que nuestros políticos regionales han tenido las cosas demasiado fáciles, no han tenido que batirse el cobre, y al final eso se nota en el peso que adquieren líderes de otras comunidades autónomas que llevan mucho menos tiempo, pero que saben cómo hacer valer la voz de su región.

Dando por hecho que el edificio de Atocha muy pronto volverá a llamarse Ministerio de Agricultura, lo que siempre fue y no debió de dejar de ser, nuestra preocupación hoy no es quién va a ocupar el sillón, sino el peso que Castilla y León y el tipo de agricultura y ganadería que representa va a tener en la política agraria de nuestro país y de Europa. Y si para ello Herrera y compañeros tienen que dejar de ser los mansos de su partido, que abandonen ya ese papel cómodo y comiencen a pelear. Para eso les ha votado la mayoría de la población: para que esta región despegue y emerja de la crisis