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Biocombustibles

No son los biocombustibles

En algunos círculos intelectuales y políticos se responsabiliza a los biocombustibles por el encarecimiento mundial de alimentos.

Colombia 25/06/2008


En algunos círculos intelectuales y políticos se responsabiliza a los biocombustibles por el encarecimiento mundial de alimentos. Aparecen titulares como: “¡Biocombustibles: atentado contra la humanidad!”. Nada más atractivo que culpar a los biocombustibles. Pero los datos dicen lo contrario.

En China e India viven 2,500 millones de personas y su ingreso per cápita se ha triplicado en los últimos años. Son 2,500 millones de estómagos queriendo alimentarse tres veces al día y con tres veces más ingreso que hace unos años. Aquellos que sólo comían una vez al día ahora pueden hacerlo 3 veces. Y los que podían comer tres veces al día ahora quieren comer de mayor calidad (más proteína animal).

Por ejemplo, el consumo de carne en China paso de 40 kg a 52kg per cápita entre los años 2000 y 2007. En India, en ese mismo período, el consumo per cápita de arroz pasó de 103 kg a 157 kg y el de leche de 63 kg a 72 kg. Tantas más personas, con tanto más ingreso, consumiendo tanto más cada uno implica que en China e India se consumen cada año ¡tres mil millones de toneladas adicionales de alimentos!

Si incluyéramos el resto de países en desarrollo, el tonelaje adicional consumido sería mucho mayor. Entre tanto, la producción mundial de biocombustibles en 2007 fue de 49 millones de toneladas. Dicha producción retiró únicamente el 0,07% de la biomasa en el mercado mundial de alimentos. En contraste, la demanda de alimentos de China e India representa el 14% de la comida que produce el mundo.

Así las cosas, por el lado de choques de demanda que puedan explicar el fuerte incremento en el precio mundial de los alimentos, se hace evidente que el efecto proveniente del consumo en China, India y otros países en desarrollo es, por lo menos, 200 veces más grande que aquel derivado del auge de biocombustibles.

Es preciso evaluar ahora las fuerzas de oferta. La primera de ellas es el cambio climático. En efecto, las alteraciones climáticas anómalas (sequías, inundaciones, etc.) reducen los rendimientos de las cosechas y, en algunos casos, las destruyen completamente. Inclusive, la literatura reciente (Cline 2007) advierte que el solo impacto del calentamiento global será una reducción en la productividad agrícola entre 6% (países industrializados) y 25% (países en desarrollo).

El segundo choque de oferta proviene del petróleo y fertilizantes. Ambos tienen un enorme peso dentro de la estructura de costos de la producción agropecuaria (30% - 40% entre ambos, incluyendo fletes). El precio del primero se ha incrementado en más de 500% en los últimos años y el de los segundos en 700%. Basta imaginar un choque de entre 500% y 700% sobre el 30% al 40% de los costos de cualquier actividad para visualizar el incremento resultante en su precio final.

Queda claro que no son los biocombustibles los causantes del fuerte incremento en el precio mundial de los alimentos. Una parte lo explica el desarrollo de una gran cantidad de países que hoy pueden consumir más comida. Incluida Colombia.

El resto lo explica el verdadero atentado contra la humanidad. El atentado perpetrado no por el biocombustible sino por el hidrocarburo. Ese mineral controlado por un cartel de países y enviado a otras naciones que, para desarrollarse y crecer, lo han consumido y quemado en exceso y sin control alguno a la contaminación que han desencadenado. Contaminación que ha generado las alteraciones climáticas que hoy padece el mundo entero.

El atentado es mayor cuando varias de esas naciones rechazan los biocombustibles, los cuales no sólo contribuyen a moderar el precio del petróleo, sino también a mejorar el ingreso de los agricultores en países como Colombia (en donde los biocombustibles se producen sin tumbar selva y sin atentar contra la seguridad alimentaria mundial). Y es peor cuando el atentado recibe resonancia de ciertos círculos intelectuales y políticos en donde el pecado no es precisamente la ingenuidad.


 

 



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