ESPAÑA 14/02/2006
Alrededor de treinta profesionales, -Ingenieros Técnicos Agrícolas y Agrónomos-, se encargan de velar por los cerca de doscientas mil toneladas de producción hortícola que distribuye la Cooperativa Agrícola San Isidro (CASI). No en vano, la totalidad de los productos cuenta con la certificación de AENOR (norma UNE 155001), una normativa más exigente que la propia ley que garantiza desde el número de fitosanitarios a utilizar hasta el límite máximo de residuos permitido.
Como explica Ángel Pina, responsable del Departamento Técnico de CASI, “producimos más de doscientos millones de kilos cada temporada y no hay problemas de residuos”.
El trabajo de este equipo comienza incluso antes de la propia plantación. “Nosotros aconsejamos al agricultor desde aspectos como el tipo de plástico a utilizar, el sistema de riego, la mejor fecha de plantación o la desinfección del suelo a todas las labores propias del cultivo”. Este conocimiento y los resultados que se obtienen han hecho que “el agricultor sea cada vez más receptivo a los cambios que se propongan o a los consejos que se planteen”.
A lo largo de sus dieciséis años de experiencia, este Ingeniero Técnico Agrícola ha visto los “considerables” cambios que ha experimentado el campo, hoy en día “mucho más controlado”. Sin ir más lejos, prácticamente todas las semanas, un técnico de CASI visita en torno a 70 hectáreas que tiene asignadas para su control. “El cien por cien de la producción se encuentra bajo certificada por AENOR”, y ello justifica y explica este concienzudo trabajo.
“Lo fundamental es la fertilización ya que trabajamos contra natura. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un cultivo que es de verano y que se está produciendo en invierno. Las fechas de plantación nuestras son las de producción y hay que intentar este proceso mediante las adecuadas técnicas de cultivo”. Los fitosanitarios son los más problemáticos pero el grado de concienciación que ha adquirido el agricultor le ha llevado a reducirlo a la mínima expresión.
Muchas veces el trabajo no consiste tanto en curar una enfermedad como en prevenir que ésta se produzca. El hermetismo de los invernaderos que evita la entrada de “intrusos”, una buena higiene de los mismos, y la polinización natural con abejorros que ha conseguido reducir y en muchos casos evitar la utilización de fitosanitarios está permitiendo conjugar los intereses de consumidor y agricultor. El primero busca un producto sano, sabroso, pero el segundo también se preocupa por su seguridad cuando se mete bajo un invernadero además de tratar de obtener una buena producción en cuanto a cantidad y calidad.
El autocontrol y las inspecciones externas están permitiendo conjugar ambos intereses, explica Pina, quien añade: “hoy un producto con residuos que se detecta en cualquier supermercado puede llevarnos hasta la mata en la que se crió”. Y es que el cultivo ha dejado de ser “intuitivo” para pasar a estar “todo bajo control”.
Trabajo artesanal
Prueba de ello, la da Juan del Pino, agricultor y miembro del consejo rector de CASI.
Cuarta generación de agricultores, es uno de los casi 2.000 socios que ha apostado por la calidad entendida como dar prioridad al producto sobre la cantidad que de él puede cultivarse.
Gran conocedor del cultivo que se extrae de la Vega de Acá y la zona de Ruescas, donde tiene ubicada su hectárea larga de invernadero, Del Pino ha decidido especializarse en la producción de tomate y dejar a un lado el resto de cultivos que cosechaba en los tiempos en que su padre llevaba las riendas de la finca.
“Apostamos por la calidad, por eso, creemos que es muy importante que seamos empresas familiares, con no más de dos o tres empleados, las que trabajamos en CASI, una cooperativa que, por otro lado, trata de ser exigente con sus socios para estimular, precisamente ese trabajo “artesanal” que se lleva a cabo en estos invernaderos.
Su dilatada experiencia le hace recordar que fue por los años noventa cuando el productor comenzó a preocuparse por la seguridad alimentaria. El sabe que Almería sufre prácticamente todas las campañas, las consecuencias de informaciones malintencionadas, procedentes del norte de Europa, en las que se saca a relucir algún análisis de una partida que presenta residuos. Por eso, apoya y defiende la certificación AENOR como la mejor respuesta a estas difusiones. “El hecho de cumplir con una norma como la UNE 155001 hace que se garantice el cumplimiento de una serie de requisitos que van muy por delante a lo exigido por la ley. Así, aspectos como contar con un almacén, un cuarto de baño, un extintor o botiquín, mascarillas , trajes o guantes para los tratamientos fitosanitarios son aspectos que se recogen y se exigen para esta certificación”.
Orgulloso de pertenecer a una cooperativa donde toda su producción se realiza bajo los mismos parámetros de responsabilidad y exigencia comenta que “somos modélicos ya que se normaliza el género en origen, esto obliga al agricultor no sólo a controlar mucho su producción en la mata sino que una vez madura, él mismo se encarga de envasarla, de tal forma que tratamos de tomar poco pero bueno”.
La estructura de raspa y amagado, más hermética; la práctica de recoger los residuos y depositarlos en contenedores cerrados; y la propia estructura “artesanal” de estas empresas familiares, hace que uno a uno cada producto recogido por los socios de CASI esté plenamente garantizado. “Queremos tener poco pero hacerlo bien. Sé que si en vez de 1.000 saco 800 voy a ganar más porque extraigo tomates más consistentes y mucho más sabrosos.”
La producción controlada que se practica en CASI es prácticamente el paso previo a la producción integrada ya que en la práctica estos frutos no llevan residuos. “Llevamos más de diez años en la cooperativa en la que nos han sacado cero residuos”, reafirma Del Pino.