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El sector vitivinícola de castilla la mancha debe dar un paso de madurez y corresponsabilidad para afrontar su futuro

A menudo me pregunto, y últimamente con mayor frecuencia, si estamos acertados defendiendo lo que tenemos, lo que hemos hecho ...

ESPAÑA 26/01/2005


A menudo me pregunto, y últimamente con mayor frecuencia, si estamos acertados defendiendo lo que tenemos, lo que hemos hecho, simplemente por principio; sin pararnos a analizar a donde nos ha llevado y sobre todo a donde nos conduce. En Castilla-La Mancha presumimos, y con razón, de tener el mayor viñedo del mundo, más viticultores, la mejor uva, una tecnología de elaboración de primera fila y, además tradicionalmente somos la región de la Unión Europea que ha recibido más dinero de la OCM para este sector. Tanta acumulación de “éxitos” no oculta la cruda realidad de que los viticultores vivimos la peor situación de toda Europa.

Todas las ramas del sector vitivinícola coincidimos en la gran potencialidad de nuestra región; pero también coincidimos en que no se puede retrasar más el hacer un ejercicio de autocrítica e intentar poner los cimientos de una nueva perspectiva de trabajo.

Desde mi punto de vista el problema que tiene nuestro sector radica en varios hechos, sencillos de diagnosticar, pero no por ello menos drásticos y reales:

- Tenemos vino de mejor calidad y más barato que la inmensa mayoría de nuestros competidores y sin embargo no somos capaces de venderlo.

- La Producción de Castilla la Mancha es tremendamente superior a nuestro decreciente consumo. La exportación en grandes cantidades es la única salida viable.

- Hoy por hoy tenemos unas graves deficiencias comerciales y necesitamos valorizar la imagen de nuestro producto.

Ante esta situación es necesario un cambio radical no sólo en la mentalidad sino en la política vitivinícola a todos los niveles. Hasta ahora nunca hemos estado acostumbrados a trabajar en común, ni entre cooperativas, ni entre agricultores y bodegueros, ni como sector, ni como región. No hemos sido capaces de crear una verdadera cadena interprofesional, y nos hemos quedado en unos eslabones sin ningún nexo de unión... y ése es el caldo de cultivo idóneo para especuladores cuyo beneficio comercial está basado fundamentalmente en ajustar, sin límite, el precio de compra.

En este sentido y no como solución a todos los problemas sino como un instrumento más, se decidió con el apoyo de todo el sector sin excepciones, crear en base a la Ley 8/2003 de la Viña y el Vino de Castilla-La Mancha, una FUNDACIÓN para gestionar el Fondo Regional de Promoción Vitivinícola que, abastecido con las recaudaciones del sector establecidas como obligatorias por la Ley, se destina a desarrollar todo lo posible el potencial de mercado de nuestros vinos y mostos.

Tanto para mi organización, COAG-Iniciativa Rural, como para mi personalmente, la constitución de la Fundación Tierra de Viñedos fue una satisfacción. Por primera vez estamos a la entrada de hacer algo positivo conjuntamente. Las regiones que han destacado tanto en Viticultura, como en el resto de sectores, parten de la insustituible defensa de lo colectivo, de lo común, de lo que afecta a todos. Rentabilizar lo concreto es mucho más fácil si valorizamos lo general.

Las pequeñas empresas y cooperativas, hoy por hoy, tienen cerrado la expansión a los mercados internacionales. Es imposible asumir los elevados costes que se requieren para promocionarse y situarse en el exterior. El Fondo de Promoción puede y debe ser un instrumento que abra las puertas del mundo a esas empresas. Si no, desgraciadamente, seguirá siendo sólo privilegio de los grandes operadores.

Yo, que a veces he mirado con envidia a veces hacia otros países o regiones, mejor estructurados, mejor organizados, he podido sentir en alguno de mis viajes más recientes como en esta ocasión eran ellos los que admiraban el paso decidido y valiente que ha dado el sector vitivinícola castellano-manchego hacia la conquista de los mercados. Y me consta, además, que algunos están estudiando poner en marcha fórmulas similares a la nuestra.

Mientras el resto del mundo vitícola se prepara ante la competencia, con grandes de inversiones (a veces hasta del 20 % de la facturación) en publicidad, márquetin y apertura de nuevos mercados no parece lógico que aquí, en Castilla-La Mancha, nos cuestionemos la aportación de 3 céntimos por litro en la promoción de nuestros productos y en la mejora de nuestras estructuras comerciales, máxime teniendo en cuenta que somos quienes más lo necesitamos.

Hay quien presentándose como “salvadores” políticos o sindicales califica de “impuesto revolucionario” a la tasa que nutre el Fondo de promoción, como si de una pura extorsión se tratara. Es no es más que una campaña demagógica dirigida a los agricultores que, angustiados por la indecencia de los precios percibidos por sus uvas, son receptivos a cualquier crítica que consuele su enfado.

Me gustaría que aquellos que se ha propuesto dinamitar este proyecto, aportaran alguna solución, alguna idea, alguna luz, algún método de trabajo... en definitiva hacer algo positivo que allanara, en vez de poner más piedras, en el ya de por sí difícil camino de la mejora comercial de nuestro sector.

Puede que los actuales patronos no seamos los más capacitados. Si es así, sustitúyannos mañana mismo.

Puede que la forma de invertir el Fondo de Promoción no sea la mejor. Si es así, propongan proyectos nuevos.

Puede que tengan dudas de la repercusión en la renta del agricultor. Si es así, que se exijan todas las justificaciones y explicaciones necesarias y la mayor transparencia en la gestión del Fondo.

Pero, ante todo, no conviertan esto en un campo de batalla política, porque si no logramos que la FUNDACIÓN comience a trabajar, no sólo estaremos matando este proyecto, sino enterrando definitivamente cualquier posibilidad de que en el futuro el sector sea capaz de abordar iniciativas conjuntas pensando en el beneficio colectivo.

Personalmente, y como yo muchos viticultores jóvenes y no tan jóvenes de la región, estoy metido en un cambio y mejora de mi explotación. He apostado por este sector invirtiendo en él mi humilde patrimonio. Soy consciente de que cualquier inversión tiene sus riesgos, pero no lo hubiera hecho si pensara que estoy condenado al fracaso desde un principio. Al contrario: creo que el día que los viticultores seamos conscientes de nuestra fuerza económica, social y medioambiental; que el día que confiemos en nuestro propio éxito y que con valentía y corresponsabilidad apostemos por una “nueva forma de diseñar el futuro” será el principio de una etapa que recompensará los esfuerzos que estamos realizando en la actualidad.


 

 



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