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LAS PALMERAS
2.- Clasificación y descripción botánica.
3.- principales géneros cultivados.
4.- múltiples aprovechamientos.
5.- crecimiento de palmeras al aire libre.
5.2.- requerimientos edafoclimáticos.
Vientos y salinidad:
La especial naturaleza de sus troncos hace a las palmeras extraordinariamente flexibles y resistentes a los fuertes vientos, y especies como Dictyosperma album llegan a resistir los huracanes pese a perder la totalidad de su follaje.
De cualquier forma, siempre serán preferibles situaciones protegidas de los vientos si queremos lograr bellos ejemplares. Rhapis excelsa y muchas otras especies tienen hojas frágiles y sensibles a la deshidratación.
La proximidad al mar supone por otro lado que los vientos depositen sal en las hojas, dañándolas y necrosándolas. Aún así, Allagoptera arenaria, Coccothrinax argentata, Chamaerops humilis, etc. pueden aparecer en primera línea de mar en sus lugares de origen.
Los vientos secos son, además, otro factor importante a tener en cuenta si no queremos fracasar al elegir una especie. Hojas gruesas y cerosas nos indican su adaptabilidad a estas condiciones.
Grado de Insolación.
Muchas palmeras prefieren posiciones soleadas desde el principio para lograr su óptimo crecimiento o, al menos, cuando son adultas, requiriendo solamente posiciones permanentemente sombreadas las especies que, en su lugar de origen, ocupan las zonas más umbrías y alcanzan un reducido crecimiento (Reinhardtia elegans, etc.).
Las palmeras de origen tropical que se cultivan en macetas, requieren por lo general agua de buena calidad, 25000 a 40000 lux y temperaturas no inferiores a 12-15 ºC.
6.- Plantación y conservación de palmeras
El mejor momento para llevar a cabo la plantación de palmeras en el suelo abarca desde la primavera -fuera de los periodos de heladas- hasta mediados de verano. Sanearemos las raíces muertas o desgarradas y ataremos entre sí la totalidad de las hojas hasta comprobar que la palmera esté ya establecida.
Los hoyos deberán tener unas dimensiones lo suficientemente amplias en anchura y profundidad como para acomodar todo el sistema radicular de las palmeras que se van a plantar, aunque lo ideal sería hacer estos hoyos con un año de antelación y 2-3 veces más grandes que el cepellón, habiéndose aportado estiércol o mantillo y permitido su descomposición.
También será importante comprobar la facilidad de drenaje del hoyo, llenándolo de agua.
La base del tronco debe quedar a la misma altura a la que estaba anteriormente o ligeramente más enterrado. Sólo en climas muy húmedos, donde el drenaje sea malo o sean normales periodos de encharcamiento, la plantación se hará algo más elevada. Se afirmará bien el suelo alrededor del cepellón, se formará un alcorque temporal y se dará inmediatamente un abundante riego.
Igualmente, y en especial si se van a plantar palmeras de zonas sombreadas (forman las raíces más superficialmente), se cubrirá la superficie del suelo alrededor del tronco con una buena capa de humus, o "mulch", ya que ayudará a mantener la humedad e incluso regular la temperatura del suelo, imposibilitando a la vez la germinación de un gran número de malas hierbas.
Con este fin, serán válidas las propias hojas que se cortan, paja, corteza de pino, serrín, etc., pero siempre considerando la necesidad de una aportación suplementaria de nitrógeno para facilitar su descomposición y transformación en materia orgánica ya aprovechable para las plantas. Un buen abono mineral para palmeras contiene cantidades similares de Nitrógeno y Potasio, además de Magnesio, Manganeso y microelementos.
Muchas palmeras son extremadamente tolerantes a la sequía si ya están establecidas pero, en general, tendrán una mejor apariencia si disponen de suficiente agua durante los meses de crecimiento activo.
Hay que recordar que incluso las que no alcanzan grandes tamaños, suelen extender sus raíces en un gran radio y a poca profundidad -más superficialmente cuanto más rara sea la falta de agua- y, por ello, el riego no se limitará a las proximidades del tronco sino siempre mucho más distribuido a su alrededor.
De nuevo, es el origen de la especie la primera y mejor guía para conocer sus necesidades. Hay palmeras que aparecen junto a los márgenes de cursos de agua y zonas pantanosas e, incluso, las hay acuáticas (Ravenea musicalis, en Madagascar), pero también hay otras que aparecen ocupando las gargantas y valles de regiones desérticas donde, por lo general, sólo pueden encontrar agua subterránea.
Los palmitos (Chamaerops humilis), que habitan en las gargantas, laderas y acantilados del Mediterráneo occidental, están entre las que menos agua necesitan para sobrevivir.
En las palmeras el concepto de poda no puede ser entendido como lo es en las plantas leñosas -donde está asociado a la ramificación-, sino que tan sólo abarca la eliminación de hijuelos si es que no nos interesa su desarrollo o, si también lo preferimos, la eliminación de racimos de frutos y de hojas muertas o enfermas.
Las palmeras suelen tener fructificaciones muy llamativas tanto por los vivos colores de sus frutos como por el tamaño y cantidad en que son producidos por cada planta. Sin embargo, cuando algunas especies, como Syagrus romanzoffiana, se encuentran en zonas peatonales, es precisamente cuando maduran los frutos y caen al suelo cuando se convierten en una molestia, justificando entonces su eliminación en la misma planta.
La longevidad de las hojas depende de cada especie y de las condiciones en que estén viviendo, de forma que sólo será justificable la eliminación de las que todavía están verdes y, por tanto, funcionales y capaces de realizar la fotosíntesis, cuando acaban de transplantarse -para así reducir la transpiración-, cuando ha sido suprimida una parte importante de su sistema radicular -apertura de zanjas, etc.- o cuando están sometidas a un inusual período de sequía que no puede ser corregido.
Por el contrario, suprimir las hojas enfermas puede ser un buen sistema de evitar que se propague una enfermedad, pero hay que tener en cuenta que si el mal aspecto de las hojas es debido a una carencia mineral, su eliminación puede incluso suponer una mayor pérdida del vigor de la planta.
También es variable el tiempo que permanecen las hojas muertas sujetas al tronco. En algunos casos se desprenden tan pronto como se seca la vaina de la hoja (Archontophoenix cunninghamiana, por ejemplo) o, por el contrario, pueden permanecer durante varios años e incluso casi indefinidamente si las plantas se encuentran en situaciones protegidas de los fuertes vientos y lluvias (Phoenix dactylifera, etc.), y su eliminación será una cuestión puramente personal o de seguridad.
Desgraciadamente, existe una tendencia casi general a eliminar no sólo aquellas hojas que están muertas sino también otras perfectamente sanas, con el convencimiento de que de esa forma crecen las palmeras más rápidamente, o bien, con el objetivo de alargar el tiempo necesario para repetir esta tarea, sin darse cuenta de que una eliminación importante de hojas verdes afectará, por el contrario, al crecimiento en general y dará lugar a estrangulamientos en el tronco: nunca se deberían eliminar más hojas que las que una palmera forma entre cada poda a la que le sometemos.
Otro error muy corriente es el no emplear las herramientas apropiadas, ¡una motosierra no lo es!, o que estén mal afiladas o sin desinfectar. Los cortes han de ser siempre limpios, sin provocar desgarros.
De igual forma, no deberán emplearse espuelas ni producir heridas en el tronco para acceder a la copa, ya que no cicatrizan y constituyen un medio ideal para la entrada de patógenos.
Por último, es importante si se decide cortar las hojas, el hacerlo a una distancia constante del tronco porque no debemos olvidar que las vainas y restos foliares que permanecen adheridos al tronco representan uno de los atractivos y características que diferencian a las palmeras entre sí.
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