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LAS PALMERAS

1.- introducción.

2.- Clasificación y descripción botánica.

3.- principales géneros cultivados.

4.- múltiples aprovechamientos.

5.- crecimiento de palmeras al aire libre.

        5.1.- reproducción.

        5.2.- requerimientos edafoclimáticos.

6.- plantación y conservación DE PALMERAS.

        6.1.- plantación.

        6.2.- riego.

        6.3.- poda y limpieza.

7.- trasplante de palmeras.

8.- plagas y enfermedades.

9.- BIBLIOGRAFÍA

       

        5.- Crecimiento de palmeras al aire libre.

Sin considerar propiamente el significado que pueda tener el emplear un individuo o grupo de plantas en una situación concreta de nuestro entorno, deberemos conocer:

Y lo que puede ser más importante, las condiciones en que se han producido las plantas de que se dispone y su grado de aclimatación, en especial si han sido producidas en zonas climáticas notoriamente más cálidas, o en viveros donde se les ha sometido a programas de sobre abonado o a una insolación diferente a la que se les quiere destinar desde un principio.

        5.1.- Reproducción.

La reproducción, salvo raras excepciones, es por semilla. La importancia comercial de una u otra especie no sólo depende de su belleza sino también de la disponibilidad de semilla en buenas condiciones para la reproducción industrial. Ello es fundamental porque la reproducción de la mayoría de las especies es casi exclusivamente por semilla. Existen generalmente serios problemas para obtenerla en cantidades suficientes y en aceptables condiciones de germinación. Deben ser recolectadas por personal que conozca exactamente el estado óptimo de maduración y tratadas con insecticidas y fungicidas para que, durante el transporte hasta los viveros comerciales (que suelen estar muchas veces al otro lado del océano), se conserve aceptablemente. Esto se ve agravado en algunos casos, pues la desecación a que a veces se somete a las semillas o frutos para evitar los ataques de hongos y bacterias, se traduce en un aumento de los fenómenos de latencia, cuando no en la pérdida del poder germinativo. El conservar un moderado nivel de humedad en las semillas es, pues, muy importante.

La desinfección, tanto del sustrato de germinación como de la semilla, es fundamental, tanto por el riesgo de desarrollo de hongos patógenos como de larvas de insectos.

La mayoría de las especies deben sembrarse cuanto antes, situándose en sustrato húmedo y aireado, a una temperatura entre 25 y 30ºC. La influencia de la temperatura es decisiva: puede duplicarse o triplicarse el tiempo de germinación por una temperatura inadecuada. En la mayoría de las especies, el tiempo de germinación es de 1 a 3 meses, pero algunas (Howeia) pueden emplear entre 6 meses y 2 años. La inmersión en una solución de GA3 entre 500 y 1000 ppm durante uno o dos días, aireando el agua, puede ser de utilidad en muchos casos.

La eliminación de las cubiertas de los frutos, cuando es posible, suele favorecer la rapidez de la germinación.

        5.2.- requerimientos edafoclimáticos.

Suelos.

Las palmeras pueden crecer en gran variedad de suelos aunque, por lo general, prefieren suelos bien drenados. Neutros o ligeramente ácidos y ricos en orgánica si proceden de bosques húmedos o selvas, y básicos y más pobres, las de origen desértico o donde son normales los periodos estacionales de sequía.

Los suelos arcillosos son fríos, dan problemas de asfixia radicular y son difíciles de trabajar, tanto si están húmedos como si están secos. Al contrario, los excesivamente arenosos tienen el inconveniente de su baja retención de agua y de ser nutricionalmente pobres. En ambos casos, el mejor sistema de mejorar su estructura será haciendo aportaciones regulares e importantes de materia orgánica.

El exceso de cal en el suelo aún sin ser factor limitante para un gran número de especies, podrá suponer en otras el bloqueo de ciertos elementos minerales como hierro, magnesio, manganeso y zinc, dando lugar a clorosis y problemas carenciales.

Los suelos salinos carecen de estructura y hacen difícil el establecimiento de muchas palmeras. Primeramente aparece una necrosis en los foliolos o segmentos de las hojas más adultas, las nuevas emergen cloróticas, las raíces se necrosan y la planta en general muestra un crecimiento reducido.

La mejora de los suelos salinos sólo se puede conseguir parcialmente dando riegos fuertes -sin permitir que el suelo se llegue a secar totalmente con objeto de arrastrar parte de las sales-, haciendo aportaciones de materia orgánica del orden de 40 Tm. de estiércol por hectárea, y empleando abonos tales como superfosfato de cal y sulfato o nitrosulfato amónico.


Temperaturas:


Algunas palmeras sólo prosperan en áreas donde las temperaturas raramente sobrepasan los 25ºC (77ºF) y las oscilaciones térmicas son mínimas, como es el caso de Ceroxylon andicola, que aparece en laderas húmedas de los Andes desde Colombia hasta Venezuela. Pero, generalizando, son las bajas temperaturas el factor más limitante para el cultivo de palmeras al exterior.

El frío reduce la actividad radicular, la traslocación de nutrientes y el crecimiento en general, debilitando a las plantas y haciéndolas más sensibles a los ataques de enfermedades.

Las palmeras pueden perder parte de las hojas y quedar fuertemente afectadas durante el mismo invierno en que se han dado las bajas temperaturas, o bien, las hojas que todavía no habían abierto o no mostraban daño alguno (manchas necróticas o deformaciones) hacerlo en la primavera o el verano siguiente, a la vez que el tronco sufre una reducción de su diámetro, aunque esto puede no ser evidente hasta el cabo de unos años.

En cualquier caso, es difícil de determinar exactamente la verdadera resistencia de las palmeras a las bajas temperaturas, ya que son numerosos los factores que intervienen:

En el caso de palmeras con un solo tronco la recuperación siempre será posible si no ha sufrido el ápice terminal. Por el contrario, las multicaules pueden llegar a perder toda la parte aérea pero volver a rebrotar desde la base si su sistema radicular no ha sido afectado de forma importante.

En prevención de posibles heladas se hará una aportación al suelo de sulfato potásico en otoño para lograr un endurecimiento de las plantas y/o sulfato de manganeso, para evitar en lo posible una carencia en este elemento, inducida por la baja actividad que tendrán las raíces durante el invierno.

El suelo se puede cubrir con una capa gruesa de mulch para proteger las raíces. También, se pueden construir pequeños "invernaderos" alrededor de las plantas más jóvenes, para protegerlas de los vientos e incrementar la temperatura durante el día, e incluso se pueden atar y cubrir las hojas con arpillera o plástico transparente, cuidando que esta protección no retenga una humedad excesiva en su interior y retirándola cuando suban las temperaturas.

Tras las heladas y durante las semanas posteriores se recomiendan tratamientos fungicidas con productos tales como Hidróxido de cobre y Maneb o Benomilo y Captan, mezclados al 50% y repitiendo el tratamiento a los 7-10 dias. Los compuestos cúpricos pueden emplearse incluso antes de darse las heladas, con objeto de reducir la población bacteriana, pero hay que cuidar de no repetir el tratamiento más de un par de veces ya que podrían causar problemas de fitotoxicidad.

Igualmente, se recomienda la pulverización de las hojas en primavera y verano con manganeso y microelementos.



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