Virus de la tristeza de los cítricos

1. Introducción
2. Descripción. Síntomas y daños
3. Infección y propagación
4. Métodos de control

1. Introducción

Esta enfermedad, causada por un virus, supone la mayor amenaza para los cítricos a nivel mundial, cuya importancia se traduce en enormes pérdidas económicas. De hecho, es la responsable de epidemias devastadoras que han cambiado el curso de la industria citrícola. La muerte de millones de árboles que provoca en todo el mundo (más de 100 millones), hace necesaria la aplicación de unos procedimientos de vigilancia y control bastante serios.

Foto: L. Navarro. IVIA, Valencia (ES).

2. Descripción. Síntomas y daños

El virus de la tristeza de los cítricos pertenece al género Closterovirus. El término portugués “tristeza”, incorporado al nombre en inglés del virus (Citrus tristeza virus, CTV), significa precisamente tristeza o melancolía, debido al decaimiento observado en muchas especies de cítricos injertados sobre patrones de Citrus aurantium (naranjo amargo) o de Citrus limon (limonero).

El rango de hospedantes para este virus es bastante amplio, infectando con facilidad a la mayoría de las especies de Citrus y de Fortunella, así como a algunas especies de la familia Rutaceae, reconocidos como parientes de los cítricos y que también son posibles hospedantes del CTV.

Por otra parte, su diversidad es mayor de lo que se pensaba inicialmente, produciéndose una recombinación de las cepas, surgiendo así nuevos genotipos. Por tanto, las poblaciones de este virus tienen carácter de cuasiespecie, es decir, mezclas complejas de genotipos víricos y ARN vírico defectuoso, que se han desarrollado mediante propagación vegetativa por medio de los injertos.

En cuanto a los síntomas, la expresión de los mismos es muy variable. Pueden existir diferencias entre variedades, e incluso dentro de una misma variedad injertada en patrones diferentes. De este modo, la sintomatología va a depender, fundamentalmente, de la cepa del CTV, de la especie del cítrico hospedante o de la combinación injerto-patrón. No obstante, algunos síntomas característicos en hospedantes vulnerables son:

• Crecimiento deficiente que origina una disminución del vigor, o incluso enanismo.
• Hojas abarquilladas y cloróticas.
• Defoliación del árbol.
• Canaladuras a lo largo del tronco o picado del tallo.
• Menor desarrollo radicular y pudrición del mismo.
• Deformación de los frutos, así como reducción de su tamaño y calidad.
• Pérdida de productividad.

Izquierda, pomelo de un árbol sano. Derecha, pomelos de un árbol injertado en naranja agria e infectado con CTV. Foto: L. Navarro IVIA, Valencia (ES).

Aunque, sin ninguna duda, el mayor daño que supone la acción de este virus en la planta es finalmente su muerte.

La denominada “tristeza” supone un decaimiento en los árboles, el cual puede ser lento o rápido. Éste se produce como resultado de los efectos fisiológicos del virus sobre el floema de los patrones vulnerables, justo por debajo de la línea de injerto.

Como hemos comentado, es una enfermedad de la línea de injerto cuya agresividad dependerá del hospedante, así como del portainjerto. Suelen ser más vulnerables los árboles injertados sobre patrones de naranjo amargo o limonero. Los injertos de naranjo dulce, mandarino y toronjero sobre estos patrones sufren enanismo y clorosis, muriendo al cabo de varios meses o años, lo que sería un proceso lento. Estos árboles, generalmente, presentan un abultamiento por encima de la línea de injerto, una línea marrón justo en el punto de unión del mismo y un punteado en la cara interna de la corteza del patrón de naranjo amargo. Por el contrario, otros árboles injertados experimentan un decaimiento rápido (o colapso) solamente unos días después de la observación del primer síntoma.

En general, los mandarinos son especialmente tolerantes a la infección por el CTV. Algunas especies del género Citrus, como C. sinensis (naranjo dulce), C. aurantium (naranjo amargo, como plantón, no como patrón injertado), C. jambhiri (limonero rugoso) y C. limonia (limón mandarina), no suelen presentar síntomas cuando están infectados, pero pueden reaccionar ante algunas cepas agresivas. De este modo, los cítricos hospedantes que suelen manifestar síntomas con más facilidad son el limero, el toronjero, algunos cultivares de pomelo y de naranjo dulce.

Hay que destacar que algunas cepas del virus, sobre todo en el sector citrícola europeo de la cuenca del Mediterráneo, no muestran síntomas de decaimiento hasta muchos años después de la infección, incluso en árboles injertados sobre naranjo amargo.

3. Infección y propagación

El CTV se originó probablemente en Malasia y en otros países de Asia suroriental, distribuyéndose a casi todos los países productores de cítricos a través de material vegetal infectado. Posteriormente, la distribución local se produce por medio de varias especies de pulgones, que son los vectores de transmisión de esta enfermedad, de forma natural y semipersistente, según la especie de áfido que se trate. A este respecto, hay que destacar cuatro especies principales de pulgones:

• Pulgón café (Toxoptera citricida)
• Pulgón negro (Toxoptera aurantii)
• Pulgón amarillo o del algodón (Aphis gossypii)
• Pulgón verde (Aphis spiraecola)

De éstos, la especie más eficaz a la hora de transmitir la enfermedad es el pulgón café de los cítricos (Toxoptera citricida). Se han descrito otras especies como vectores del virus, entre las que se encuentran: Myzus persicae, Aphis craccivora y Uroleucon jaceae, aunque en estudios de transmisión experimental se ha comprobado que estas especies mencionadas son menos eficaces como vectores del CTV que Toxoptera citricida y Aphis gossypii.

El tipo de pulgón dependerá de la región donde se encuentre, presentando distintas características en función de la especie, como el color o el tamaño.

Los daños producidos por los pulgones pueden ser directos e indirectos:

- Daños directos. Son ocasionados por la absorción de la savia, lo cual resta vigor a la planta atacada, además de la inyección de saliva que suele producir una reacción fitotóxica, causando la deformación de tallos y ramas, así como el enrollamiento de las hojas.

- Daños indirectos. Éstos generan una reducción de la tasa fotosintética como consecuencia del enrollamiento de las hojas, el desarrollo de la fumagina (Cladosporium citri), que es un hongo que prolifera a partir de la melaza excretada por estos áfidos. Y, por supuesto, la transmisión del conocido y letal virus, el cual es sistémico, dañando al floema de la planta a la altura del injerto.

Es preciso señalar que existe cierta diversidad en la incidencia de las cepas del CTV. Mientras que algunas cepas son poco virulentas y no producen efectos detectables en la mayoría de las especies de cítricos, incluidos ejemplares injertados sobre C. aurantium, existen otras que resultan mortales en un corto periodo de tiempo.

A este respecto, se conocen tres razas o cepas del virus que, según su incidencia, pueden ser: leve, moderada o severa. A veces, la ausencia de síntomas, no quiere decir que no esté presente, ya que este virus puede permanecer latente durante varios años hasta su aparición.

4. Métodos de control

Para poder combatir esta enfermedad tan devastadora es necesario anticiparse a su infección o transmisión, evitando así la difusión del patógeno. En este sentido, destacamos las siguientes medidas preventivas:

- Llevar a cabo un buen control sanitario del material vegetal mediante programas de sanidad, cuarentena y certificación, conforme a la normativa oficial.

- Adquirir previamente una tolerancia a la enfermedad, empleando como patrones especies de cítricos que ofrezcan cierta resistencia al virus. De este modo, es muy recomendable el uso de variedades y portainjertos tolerantes al CTV (Tabla 1).

Tabla 1. Tolerancia de algunos portainjertos frente al virus CTV. Forner, 1979.

- Aplicar cierta “vacuna” a los árboles por medio de cepas del CTV poco virulentas. Así, algunos productores de cítricos han adoptado esta estrategia profiláctica, también conocida como protección cruzada (Broadbent et al., 1991; da Graça and Van Vuuren, 2010).

- Detectar la presencia del vector de transmisión lo antes posible en las proximidades de la plantación. Dada la importancia que tienen los pulgones en la propagación del CTV, es imprescindible conocer su presencia. Para ello, se deben emplear trampas para su monitoreo.

- Controlar las malezas, ya que suponen un refugio para los pulgones y suponen un grave peligro para el cultivo.

Otra medida, en este caso correspondiente al control cultural, que podría ayudar a disminuir la distribución del virus, sería la eliminación de las plantas infectadas.

Una vez detectada la presencia, tanto de áfidos como de síntomas en los árboles, no queda más remedio que recurrir al control de estos insectos vectores. Dicho control puede ser biológico o químico.

Control biológico

Para combatir a estos insectos pueden emplearse los denominados “organismos de control biológico”, tales como distintos parasitoides del género Aphidius o Harmonia axyridis, entre otros. También se utilizan determinados depredadores, donde destacan las larvas de crisopa (Chrysoperla carnea), que ejercen un buen control con dosis en torno a los 30,000 individuos por hectárea. También se utilizan distintos tipos de hongos entomopatógenos como Beauveria bassiana, Metarhizium anisopliae y Paecilomyces fumosoroseus.

Control químico

Como siempre recomendamos, este método de control debe ser el último en utilizarse, llevándose a cabo cuando los demás métodos no han funcionado. Aunque, normalmente, suele ocurrir al revés. El uso de insecticidas es amplio, pudiendo aplicarse productos específicos y/o de amplio espectro (controlan varias plagas). Es importante elegir el insecticida adecuado, atendiendo a aspectos como pueden ser el grupo químico al que pertenece, el modo de acción, la compatibilidad con otros productos, etc. Algunas materias activas utilizadas son: azadiractin, cipermetrina, pimetrozina o imidacloprid, entre otros.

No obstante, las poblaciones de pulgón crecen rápidamente si las condiciones les son favorables, siendo realmente difícil su control, por lo que los tratamientos fitosanitarios deben ser eficaces en cuanto a forma de aplicación, dosis y mezclas de productos, volumen de caldo, uniformidad del tratamiento, etc.

Autor: Dpto. de Agronomía Infoagro