1.- Origen Y Significación Del Azafrán. |
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1. ORIGEN Y SIGNIFICACIÓN DEL AZAFRÁN.
El azafrán constituido por los estigmas unidos o no al estilo de la flor del Crocus sativus Lin. Constituye la especia cuyo mercado mundial ha sido y es liderada por España no sólo a nivel de producción sino también a nivel de exportación.
Aún siendo desconocido el origen de la palabra <<azafrán>> es muy similar su denominación en distintas lenguas habiendo sobrevivido sin casi alteración en árabe (záfaran), inglés (saffron), francés (safrane), italiano (zaferano), hindú, griego, etc. Del mismo modo que se ha mantenido su expresión idiomática, se ha mantenido a lo largo del tiempo su modo de cultivo, de recolección, de monda y de secado como se puede comprobar en frescos encontrados que datan de 1600 a.C. Ello determina que continúa siendo un cultivo en el que la mano de obra es un factor económico decisivo para su producción y en la determinación del precio. Mano de obra que interviene en la recolección individual de cada una de las flores que levantan 15 cm del suelo, y en la monda individual de cada flor para obtener los estigmas unidos al estilo y separados del resto de elementos florales.
Existen referencias del azafrán que datan del año 2300 a. C. A partir de esta fecha son variadas y diversas las referencias sobre su uso en ritos y ceremonias religiosas, en medicina, en la gastronomía, etc.
Esta valoración especial unida a lo determinante de la mano de obra en su proceso de elaboración, es causa de su elevado valor económico. Aunque 0,5 kg de azafrán ya no cuestan más que un caballo, continúa siendo la especia más cara del mundo; siendo su valor superior en cinco veces al de la vainilla y cerca de 30 veces del cardamono. El azafrán por su alto valor económico se ha denominado <<oro rojo>> habiendo sido objeto de muy diversas adulteraciones y falsificaciones aprovechando su nombre y su valor.
El azafrán es cultivado en España desde hace más de 1000 años, teniendo un gran arraigo y tradición siendo exportado a prácticamente casi todos los países del mundo. El azafrán ha constituido el ahorro para muchas familias de la Mancha durante el siglo XX y ha paseado el nombre de esta zona por todos los países del mundo, ganando prestigio y fama por su indudable calidad, fruto del tamaño de su hebra, de sus características organolépticas (color, sabor y olor) y del esmero en su elaboración (recolección, monda y secado).
2. EL COMERCIO EXTERIOR DEL AZAFRÁN.
2.1. Situación mundial.
Son las estadísticas de exportación de España las que proporcionan una idea más exacta de las dimensiones del mercado internacional del azafrán. El estudio del Centro de Comercio Internacional UNCTAD/Gatt señala que en el período de 1976-1980 el mercado mundial del azafrán oscilaba entre 30-50 Tm por un valor próximo a los 15 millones de dólares.
Durante la década de los 90 los principales países productores de azafrán serían España, Irán, Grecia, Marruecos e India. Ello determina que además de las cantidades exportadas desde España podrían existir en el mercado internacional unas 20 Tm de azafrán que entrarían en competencia directa con el azafrán español en base sobre todo a su menor precio. Se podrían estimar que como máximo, en los momentos actuales, unas 50 Tm son objeto de comercio internacional por un valor ligeramente superior a los 50 millones de dólares y que supone la recolección de más de 10000 millones de flores cultivadas en más de 500 Ha. Estas son las magnitudes del azafrán que en el contexto mundial hacen referencia a España.
2.2. La exportación desde España.
Alrededor del 40-50% del volumen del comercio mundial corresponde a las cantidades exportadas por España. Exportación de azafrán que hace cerca de 100 años ascendía a un valor muy próximo al de las naranjas según datos de la Dirección General de Aduanas y por unas cantidades que oscilaban alrededor de los 80000 kg. Exportación que a principios del siglo XX representaba cerca del 80% de la producción y que era enviada a países tan lejanos como la India o Rusia.
Cantidades y valores que quedan muy lejos no sólo en el tiempo de la situación actual. En los últimos años, el valor exportado desde España, según datos de la base Estacom del ICEX, ha oscilado entre 2000 y 2500 millones de pesetas, ligeramente inferior a los 3000-3200 millones de pesetas alcanzado a finales de los ochenta. Las cantidades exportadas han oscilado entre las 20-22 Tm, valores muy próximos a los datos de producción facilitados por el MAPA.
Del total exportado desde España alrededor del 70-75% corresponde a azafrán en hebra siendo el resto azafrán molido (producto obtenido por molturación de los estigmas unidos o no al estilo). El valor medio del kilogramo de azafrán exportado considerando precios FOB ha oscilado entre las 8.500 ptas/kg y las 105.000 ptas/kg. Las exportaciones españolas se dirigen a más de 50 países diferentes distribuidos en los cinco continentes.
Las exportaciones con destino a los países del Golfo Pérsico significan entre el 40-50% en peso del total exportado en hebra (algo menos si es en valor). El segundo gran destino de azafrán en hebra son EEUU y Canadá que representan en conjunto el 20-25% del total sea en peso o en valor. A la UE-12 se exportó entre un 10-13% en peso y a los países del ASPAC se envía entre un 10-12% del azafrán de hebra.
Las exportaciones españolas de azafrán molido se concentran en los países europeos ya que entre la UE-12 y los países de la EFTA representan más del 90% en peso. Dentro de ellos destaca Suiza, Suecia e Italia que significan en conjunto entre el 60-70% en peso y predominando en sus envíos la denominación Mancha.
El sector exportador de azafrán está constituido por empresas pequeñas, de carácter familiar, con escaso nivel tecnológico, con escaso desarrollo en las formas de presentación y envasado, tradicionalmente exportadoras que suelen enviar casi exclusivamente esta especia, siendo perfectamente conocedora de los canales de compra y de distribución. El sector exportador de azafrán presenta un elevado grado de concentración empresarial y cierta concentración geográfica con reducido peso de la zona productora. A pesar de ello, la competencia en mercados exteriores es a veces excesiva. Competencia que suele ser vía precios en detrimento de la calidad y favorecido por la ignorancia del consumidor.
2.3. La importación en España.
Las importaciones de azafrán han sido nulas o simbólicas hasta 1988, adquiriendo a partir de 1989 valores cada vez más significativos hasta alcanzar los 900 millones en 1994. importaciones causadas por el diferencial de precio entre el azafrán español y el de otros orígenes así como por la disminución de la producción española.
Importaciones que provienen básicamente de Irán y Grecia con cantidades testimoniales de Marruecos e India. Estas importaciones en el caso iraní tienen un precio medio de aproximadamente la mitad del azafrán español.
El aumento de las importaciones ha determinado que la tasa de cobertura de las exportaciones por las importaciones haya pasado, en valor, del 13% en 1990 al 42% en 1994. Esta evolución pone en peligro la producción nacional y puede llegar a significar una pérdida de identidad del azafrán español como consecuencia de la libre circulación de mercancías en la UE-15 y de la ausencia de normativa sobre la calidad del azafrán en la mayoría de los países europeos.
2.4. El futuro del azafrán.
El azafrán es una especia o producto líder no sólo por su intrínseco valor económico sino también por su enorme significación cultural, gastronómica e incluso religiosa en muy diversos países.
Es una especia cuyo cultivo, recolección, monda, secado y envasado ha evolucionado muy escasamente requiriendo mano de obra para realizar las distintas fases, condicionando su precio final y causando unas diferencias competitivas por el coste de esta mano de obra. Ello, sobre todo, desde 1988 ha cuestionado la posición de liderazgo mundial de España como principal país productor y exportador. Posicionamiento alcanzado en base a la calidad del azafrán español.; siendo conocidas sus denominaciones en el mundo entero y constituyendo un patrimonio de indudable valor.
Frente a este estancamiento en las labores de producción y comercialización, la normalización de la calidad del azafrán ha avanzado en la cuantificación de determinados parámetros por métodos espectrofotométricos e incluso cromatográficos. La valoración instrumental de la calidad de azafrán ha avanzado en los últimos años intentando evitar la evaluación subjetiva de la características organolépticas que permitía tradicionalmente diferencia los azafranes no sólo por su país de origen, sino incluso por la localidad geográfica en que había sido cosechado.
El azafrán español debe plantearse una estrategia de cambio para continuar siendo competitivo en base a una adecuada relación calidad-precio. Posee la mejor calidad conocida y reconocida de azafrán a nivel internacional aunque haya sido desde siempre objeto de mezclas, adulteraciones y falsificaciones, pero su precio es más elevado por el mayor coste de la mano de obra en nuestro país que en los competidores.
La estrategia de futuro debe basarse, por un lado, en destacar aquellos elementos diferenciadores del azafrán español y por toro, en la reducción de los costos de cultivo y de manipulación, manteniendo y mejorando el cultivo y la rentabilidad del agricultor.
Para destacar aquellos elementos diferenciadores del azafrán español, y a tenor de la evolución de la normativa, parece razonable avanzar en la valoración de las características físicas (longitud de la hebra, del estigma y del estilo), así como en la valoración de las características químicas que definen las calidades del azafrán. La picrocrocina, la crocina y el safranal son los tres pigmentos que caracterizan básicamente el color y el aroma del azafrán. Los tres pigmentos son cuantificados en la ISO 3632 de diciembre de 1993 para diferenciar calidades mediante espectrofotometría UV-VIS de una solución acuosa.
Estudios recientes contribuyen a diferenciar el azafrán español de otros orígenes mediante una cuantificación analítica más exacta de los pigmentos característicos del azafrán.
3. CARACTERÍSTICAS BOTÁNICAS.
3.1. Generalidades.
El Crocus sativus pertenece al orden de las Liliáceas, familia de las Iridáceas.
El Género Crocus cuenta con unas 75 u 80 especies, unas 40 localizadas en Europa. Las principales características de la especie Crocus sativus son:
Es una planta herbácea, perenne, con una altura normal de 10 a 25 cm que en algunas áreas, debido a factores ambientales puede sobrepasar los 50 cm. Su color es verde.
Posee un bulbo sólido de 2,5 a 3 cm de diámetro. Posee una yema terminal o apical y frecuentemente otra lateral que dan origen a las hojas. El bulbo se halla recubierto por una túnica reticulada de ásperas fibras de color terroso o marrón claro. Se le conoce vulgarmente con el nombre de “cebolla”.
Las hojas parecen nacer del bulbo, envueltas en su base por unas vainas; son lineraes, casi cilíndricas, erectas, de color verde oscuro y marcadas longitudinalmente con una banda blanca en su cara interna y una nervadura en su parte externa. El número de hojas, agrupadas en manojo, oscila entre 6 y 10; su anchura suele ser de unos 2 mm y su altura sobrepasa la de las flores, pudiendo alcanzar y superar los 30 cm conforme se ala calidad de la planta. Hojas y flores nacen generalmente al mismo tiempo. ya avanzada la primavera estas hojas se secan. Se las conoce vulgarmente como “cerdas”, “espartín” o “espartillo”.
Las flores suelen ser de 1 a 3 por tallo de la planta, que a su vez puede constar de 2 ó 3 tallos. La flor consta de 6 pétalos de color violáceo.
Los estigmas destacan en la concavidad de la flor en número de 3, de color amarillo rojizo o anaranjado; 3 a 4 cm de largo, que una vez desecados quedan reducidos a 2 cm. Finísimos en su base, devienen progresivamente más gruesos hasta alcanzar en su extremidad unos 2 mm; son por lo general acanalados y rematados en forma de maza o pequeña trompa. El estigma seco posee una intensa fragancia y constituye lo que se denomina puramente azafrán. Comúnmente se los conoce como “clavos del azafrán”. Al conjunto de la flor se la denomina “rosa del azafrán”.
3.2. Variedades.
Recordemos cinco variedades. El azafrán de Italia presenta filamentos de 3-4 cm de largo, estigmas anchos en el extremo, en forma de trompeta, grandes, de color rojo brillante, un poco grasientos. Es muy aromático y tiño pronto el agua.
El azafrán de España presenta filamentos más largos y delgados que el anterior, menos grasientos, más secos, fáciles de romper, el color poco brillante y sabor ligeramente amargo.
El azafrán de Francia tiene filamentos largos, elásticos, anchos, de color que varía entre el rojo vivo y el rojo oscuro, sabor ligeramente amargo.
El azafrán de Austria se caracteriza por tener filamentos iguales al italiano, muy aromático, de color rojo pardo y sabor agrio.
El azafrán de Oriente o de Persia tiene filamentos gruesos y poco aromáticos.
3.3. Fases sensibles.
3.3.1. Período vegetativo.
El azafrán tiene su origen a nivel orgánico en un bulbo que inicia su ciclo de desarrollo a partir de su condición como meristemo encontrándose en estado de reposo, durante el cual no tienen lugar ni la división ni la diferenciación celulares.
El bulbo del azafrán es un órgano subterráneo, provisto o rodeado de túnicas que lo protegen contra la excesiva pérdida de agua y contra posibles lesiones de carácter mecánico.
Según N. Azizbekova y colaboradores, el desarrollo del meristemo de los nuevos bulbos del Crocus sativus comienza inmediatamente después de la floración, en noviembre.
En la base del bulbo materno, las células meristemáticas, a través de múltiples mitosis, dan lugar a la formación de tejidos embrionales, a partir de los cuales se obtendrá la constitución de los bulbos hijos.
Esos tejidos embrionales, con capacidad permanente de división celular, inician el desarrollo de su actividad de forma muy lenta, fase de latencia.
Como resultado de la multiplicación de las células iniciales, se constituyen los meristemos apicales o primarios, de suma importancia para el crecimiento. A través de múltiples diferenciaciones posteriores los tejidos meristemáticos crean el resto de los tejidos del vegetal.
Ya en la primera composición rudimentaria comienzan a esbozarse los órganos vegetativos de lo que, con el tiempo, se transformará en una planta. El caulículo, porción caulinar el embrión, apunta lo que posteriormente se transformará en el tallo; los primordios foliares, minúsculas yemas embrionales, muestran el esbozo de los que meses más tarde se habrá convertido en hojas.
De diciembre a febrero el desarrollo del vástago apical continúa a ritmo lento, constituyendo el evento principal la iniciación y desarrollo de hojas y raíces.
Si bien la actividad mitótica de los meristemos apicales observa en estos meses una pauta extremadamente atenuada, es esta actividad la que determina, en conjunto, la pauta de crecimiento no solamente mediante la formación de órganos y tejidos de hojas y raíces, sino asimismo propiciando una importante acumulación de reservas en el bulbo, que serán, en definitiva, las que determinen su tamaño, calidad de la flor y número de flores. En este hecho radica la importancia de que para el bulbo representa la adopción de todas la medidas encaminadas a proporcionar a la planta aquellos cuidados y requerimientos de que tenga necesidad en esta etapa.
3.3.2. Período reproductivo.
En el transcurso del mes de marzo se opera en el azafrán la transición del período vegetativo al generativo, constituyendo este evento uno de los períodos considerados críticos.
Esta transición comienza caracterizándose por una febril actividad mitótica de las células, con una gran profusión de divisiones y diferenciaciones que dan lugar a profundas transformaciones celulares, fase de aceleración.
Pese a que el bulbo ofrece la impresión de hallarse en estado de reposo, en su interior está desarrollándose un proceso de vital importancia, con transformaciones decisivas a impulsos de la activación de unos mecanismos cuya línea de actuación está fijada genéticamente y cuyo colofón va a suponer la modelación biológica de la planta así como la conformación morfológica de la misma.
Según N. Azizbekova y otros durante la transición de la fase de crecimiento vegetativo al generativo tiene lugar el cambio más significativo en la diferenciación del ápice.
Los meristemos vegetativos, emplazados en el centro y ápice del bulbo, efectúan su transformación convirtiéndose en brote floral y brotes de raíces.
Al operarse la transición de uno a otro período se produce un apreciable aumento en el consumo de energía a todos los niveles. La formación de tejidos jóvenes incrementa notablemente el ritmo respiratorio con el consiguiente aumento de transpiración., lo que conlleva a unas exigencias superiores de agua por parte del vegetal; de ahí que si las precipitaciones a finales de marzo no se producen, o tienen lugar en exiguas proporciones, se haga preciso regar a cuba.
3.3.3. Letargo.
De abril a junio, según N. Azizbekova y otros, la actividad mitótica del azafrán decrece durante el período de formación de los órganos generativos que, no obstante, continúan diferenciándose hasta el mes de agosto.
Al llegar abril los nuevos bulbos están completamente formados, no experimentando ya ningún aumento, ni en peso ni en grosor.
Las hojas finalizan por secarse, segándose para su aprovechamiento como forraje para el ganado o abandonándolas sobre el terreno.
En el transcurso de estos meses el bulbo permanece en estado latente. Con la llegada de las altas temperaturas se produce la entrada del vegetal en una fase de ralentización. Su actividad se reduce progresivamente hasta cesar casi por completo. El azafrán entra en la fase que se conoce como reposo, dormición o letargo.
3.3.4. Floración.
A últimos del mes de agosto la planta despierta de su letargo, reanuda sus actividades metabólicas con normalidad, identificándose de nuevo con su medio e integrándose en ese engranaje que forman, su estrecha relación, suelo, planta y clima.
Del bulbo surgen nuevos tallos, con las hojas envolviendo a los mismos. Las yemas embrionales se transforman en verdaderos órganos florales; se está produciendo el principio del fin de un proceso, el de floración, cuya culminación será la presencia exterior de la flor, cuya iniciación tuvo lugar durante la transición de la planta del período vegetativo al reproductivo, programado genéticamente al igual que los anteriores, y condicionado por factores tanto endógenos como exógenos. En el primer caso con las hormonas de crecimiento vegetal como protagonistas y en el segundo caso, por la luz, temperaturas y humedad preferentemente.
Se define un período crítico que no es sino la barrera de horas de luz necesarias para que la planta florezca, rebasada la cual la planta de días corto como el azafrán no florece. Teniendo en cuenta las características inherentes al azafrán, latitudes en que se hallan situados sus cultivos, fechas en que florece, capacidad de absorción de luz por parte de sus órganos y su condición de planta de día corto, puede situarse su período crítico de floración en unas doce horas y media de oscuridad mínima, o lo que es lo mismo, con unas exigencias máximas de luz cifradas en unas once horas y media, sobrepasadas las cuales la planta permanecerá en estado vegetativo.
La temperatura óptima para la floración del azafrán puede situarse en valores que oscilan entre 10 ºC y 15 ºC.
3.4. Multiplicación.
Se realiza únicamente por vía agámica puesto que las plantas cultivadas son estériles. El fenómeno se debe al propio origen del azafrán, es decir, de híbrido triploide entre dos especies próximas al Crocus sativus. Se recurre al bulbo tubérculo que por definición es la base engrosada de un eje caulinar compacto, con nudos e entrenudos diferenciados, contenido en hojas escuamiformes más densas de lo normal. El cuerpo del bulbo – tubérculo está formado por tejidos de reserva. Las hojas basales secas se quedan en los nudos y forman una especie de protección contra la deshidratación y los daños mecánicos llamada envoltura. En el extremo superior del bulbo la yema terminal vegetativa encontramos en los bulbos – tubérculos más grandes algunas yemas laterales que, en caso de que la principal no pueda desarrollarse por cualquier motivo, pueden dar origen a talluelos florales.
Los bulbos para la plantación se toman de un cultivo preexistente que haya llegado al final del ciclo, en la fase de mengua vegetativa, desde julio hasta mediados de septiembre. Se hace una selección y los preseleccionados, que son los de diámetro de 30-40 cm son liberados de las hojas y de la envoltura externa seca, de forma que queda brillante la interna. Luego se efectúa la plantación pero, si por causas adversas no se realiza de inmediato, se pueden conservar fácilmente los bulbos en locales húmedos y aireados.
Muy pronto se originan dos brotes, protegidos por tres o cuatro capas de envoltura, que luego sobresalen del terreno y liberan un manojito de 10-12 hojas. Hacia la segunda quincena de octubre aparecen las flores, que en un período de doce horas se abren completamente y adoptan el aspecto de campanas.
La actividad vegetativa se detiene en la estación invernal para luego continuar con particular vigor hacia finales de marzo. Desde la base de los brotes se forman los bulbitos, que se engrosarán con el tiempo. este proceso tiene lugar primero a expensan del bulbo madre, y seguidamente gracias a los elaborados de las hojas. Por lo tanto, la propagación tiene lugar naturalmente, por fragmentación del bulbo madre.
4. CULTIVO.
La planta soporta temperaturas rigurosas, con valores que oscilan entre 35-40 ºC en verano y –15 ºC ó –20 ºC en invierno, referidos al medio ambiente, ya que las temperaturas propias del suelo varían ostensiblemente. No obstante, valores del orden de –15 ºC ó –20 ºC si coinciden con períodos críticos del vegetal pueden ocasionar serial alteraciones en el bulbo, repercutiendo sensiblemente en los rendimientos finales de producto.
Las necesidades hídricas se estiman en unos 600-700 mm de agua anuales. Se asegura que dos precipitaciones copiosas al año coincidentes con los períodos de diferenciación y floración, pueden ser suficientes para abastecer los requerimientos hídricos de la planta.
Existen precedentes de experiencias llevadas a cabo en fincas de regadío, en las cuales se ha puesto de manifiesto que dotando al cultivo de medios adecuados, mecanizándolo hasta los límites en que el mismo lo permite, se han obtenido rendimientos equiparables a los producidos por otros cultivos hortícolas.
El azafrán agota temporalmente el terreno para el propio cultivo, pues es cierto que una vez levantado el azafranal es aconsejable dejar transcurrir 10 ó 12 años antes de volver a plantar azafrán en esos terrenos, si bien pueden ser utilizados para otros como cereales o leguminosas.
El suelo que con arreglo a la evidencia mejor ha respondido a las exigencias de la planta ha sido, preferentemente, aquel caracterizado por su textura calcáreo – arcillosa, con un contenido en caliza en torno al 40-50%.
El suelo debe de ser profundo para evitar la compactación y con el objeto de permitir el almacenamiento de agua, aspecto fundamental tratándose de climas con bajos índices pluviométricos. 60-70 cm suele ser una profundidad apropiada. Deberá ser un suelo equilibrado en materia orgánica con el fin de reducir los riesgos de erosión a que se hallan expuestos no pocos suelos dedicados a este cultivo. Con un contenido del 1,5 al 2% de materia orgánica pueden obtenerse buenos rendimientos de azafrán.
El terreno deberá presentar un relieve lo más plano posible y una orientación hacia el sur para obtener el máximo beneficio de la radicación solar. Sería aconsejable además, que el emplazamiento del terreno destinado al cultivo de azafrán se hallara en lo posible al abrigo de los vientos ya se incrementa la ETP del cultivo.
No se debe cultivar en suelos de pendientes pronunciadas por los fenómenos erosivos que en ellos se pueden dar. Además es conveniente que en los tres años precedentes a la plantación de azafrán los terrenos de cultivo no hayan estado ocupados por cultivos como alfalfa, remolacha, patata, zanahoria, trébol, nabo y otras plantas de especies afines, sometidas a padecer enfermedades que resultan comunes al azafrán.
4.1. Labores del cultivo.
Si se trata de un suelo que no haya soportado cultivo alguno con anterioridad es aconsejable efectuar una cava superficial de 10-12 cm de profundidad entre diciembre y febrero, cuya finalidad es preparar el suelo antes de realizar la labor principal o arada profunda.
Los objetivos perseguidos con esta labor son los de romper la costra superficial u horizonte endurecido que suelen presentar estos suelos, erradicando el material vegetal que sirve de cobertura a los mismos, troceando este material para incorporarlo posteriormente al suelo como materia orgánica. Simultáneamente a esta labor, si el suelo es pedregoso, se impone la necesidad de despedregarlo.
Con posterioridad a esta operación de limpieza será preciso incorporar al suelo el material vegetal acumulado, que no es aconsejable enterrar a una profundidad superior a 12 cm.
La labor principal debe ser llevada a cabo correctamente pues puede significar, si no se hace bien, una merma del 10% de la cosecha. La operación consiste en una aradura profunda, entre 35-40 cm, siempre en función de las propiedades de que se halle dotado el suelo para la retención de agua. Una de las finalidades de esta labor es la de preservar al suelo contra la erosión causada por agentes atmosféricos. Otra finalidad consiste en mullir la tierra favoreciendo con ello la infiltración del agua y contribuyendo con ello a incrementar las reservas del suelo; esto coadyuvará a evitar, llegado el período de sequía, la formación de concentraciones más o menos densas de sales, perjudiciales para el azafrán. Conseguiremos asimismo mantener aireado el suelo.
Esta labor principal se suele llevar a cabo en marzo o abril para recoger las lluvias propias de estos meses, pero se ejecuta igualmente en mayo o junio, precediendo a la plantación de los bulbos y siempre que el suelo presente las condiciones necesarias para recibirla.
Tradicionalmente esta labor se realiza con arado de vertedera. En suelos calizos este deberá ir provisto de una reja de formón, que facilite el corte de la tierra en mejores condiciones.
Una vez efectuada la plantación de los bulbos, aproximadamente un mes después, es conveniente dar una cava de 10-12 cm de profundidad si se observa que el terreno denota la presencia de malas hierbas como resultado de la remoción de la tierra al ejecutar la plantación. Efectuarla con tacto para no dañar los bulbos.
En septiembre hay que aplicar una bina superficial entre surcos con la finalidad de quebrar la costra superficial que se forma a la salida del verano, mullir y airear el mismo y eliminar las malas hierbas.
En octubre, unos días antes de la floración, es aconsejable dar una ligera cava para mullir la costra de la superficie y permitir la floración de la planta sin problemas. Diez o doce días después de la recolección de la flor del primer año, en octubre o noviembre, según regiones, es conveniente llevar a cabo otra cava superficial, entre surcos, con idéntica finalidad que las anteriores.
En marzo o abril, una vez transcurrido el período de heladas, se siega el espartillo, que se aprovecha como forraje para el ganado.
En mayo se hace necesario practicar otra bina, distribuyendo y enterrando el abono que haya de aportarse al suelo, bina que hay que repetir en junio. Es conveniente mantener el suelo en todo momento libre de vegetación adventicia.
Durante los meses de verano se efectúan binas muy superficiales tendentes a evitar costras en la superficie del suelo.
En septiembre se aplica otra ligerísima cava para facilitar, como el primer año, una eficiente afloración de la planta, rastrillando y alisando el suelo en octubre.
Después de la recolección de la flor del segundo año, hay que repetir estas operaciones en el transcurso del tercer año. Llevada a cabo la recolección de la flor del tercer año es aconsejable levantar el azafranal, operación que acostumbra a ser efectuada en mayo o junio.
Puede prolongarse el cultivo un cuarto año, pero es preciso advertir que los rendimientos que se obtienen son tan exiguos que en ninguna circunstancia compensan las labores que es preciso aplicar al terreno para obtenerlos.
Lo bulbos que se cosechan deben ser cuidadosamente limpiados, retirando la tierra y otros restos vegetales que a ellos se encuentran adheridos, seleccionando y conservando aquellos que por su tamaño y calidad muestren mejores propiedades para una próxima plantación.
Para el almacenamiento de los bulbos se precisan locales ventilados, con una temperatura de 5 ºC y una humedad relativa del 70-80%. No hay que amontonar éstos, sino extenderlos en capas de unos 20 cm.
Previamente a la plantación es recomendable someter los bulbos a un tratamiento con algún fungicida y mantenerlos durante una semana o más a una temperatura de 35 ºC. este proceso suberiza las posibles heridas y ayuda a combatir, en otros bulbos, la infección de fusarium.
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